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El sentido de la tierra tras la muerte de dios (página 2)



Partes: 1, 2

Lo importante de la primera obra de Nietzsche fue el gran
avance en la comprensión de los griegos, (un tanto
estropeado por las sobrantes relaciones establecidas con la
Alemania surgida de la guerra franco-prusiana), la
comprensión de lo dionisíaco y del socratismo
.
Por eso al revisar su primera obra en Ecce Homo nos
dirá el filósofo: "la tragedia es la prueba de que
los griegos no fueron pesimistas: Schopenhauer se
equivocó aquí, como se equivocó en
todo[v]" (Ecce Homo,
El Nacimiento de la Tragedia, 1). Porque precisamente de
la consideración trágica del mundo surge una
plenitud vital y una jovialidad, que desmienten la
negación de la vida del romanticismo pesimista y del
cristianismo, iniciando el camino de su superación.

NO HAY DIOS: PERO SEMEJANTES
CREENCIAS TIENEN EFECTOS: EL
PODER DE LA
FICCIÓN.

Las creencias funcionan como potencias, hasta el punto que se
podría hablar de creencias-fuerza, de dispositivos
irreales pero capaces de generar realidad, la misma realidad que
se generaría si los dispositivos creenciales fuesen
realidades: "La fe salva y condena. "Un cristiano que se
extraviase en razonamientos prohibidos podría preguntarse
alguna vez, ¿es, pues, necesario que haya realmente
un Dios, y también un cordero que lleve los pecados de los
hombres, si la fe en la existencia de semejantes
seres es suficiente ya para producir los mismos efectos?
¿No serían seres superfluos aun en caso de
que pudieran existir? Pues todo lo que la religión
cristiana proporciona al alma de bienhechor, de consuelo y de
perfección, así como todo lo que ensombrece y
destruye, proviene de esa creencia y no del objeto de esa
creencia. Aquí sucede lo mismo que en este caso
célebre: podemos afirmar que jamás hubo brujas,
pero los terribles resultados de la creencia en la
brujería han sido los mismos que si verdaderamente hubiera
habido brujas. En todas las ocasiones en que el cristiano espera
la intervención inmediata de un Dios, la espera en vano
"porque Dios no existe", pero su religión es lo
bastante inventiva como para encontrar subterfugios y razones
tranquilizadoras: en esto es realmente una religión muy
ingeniosa. A decir verdad, la fe no ha conseguido aún
transportar verdaderas montañas, aunque esto se haya
afirmado no se por quién; pero sabe colocar
montañas donde no las hay [vi]".

(Friedrich Nietzsche Humano demasiado humano II:
Primera parte: Miscelánea de opiniones y
sentencias
, §225, 1879; negrita nuestra).

Las creencias son ficciones, pero ficciones que tienen
efectos. ¿Cómo una nada puede tener efectos?
Porque detrás de las ficciones está la
fuerza, el poder, que utiliza las creencias para sus
propios fines. En Europa a lo largo de la historia de la
Inquisición se quemaron alrededor de 500.000 brujas, pero,
como las brujas no existen, resulta obvio que se quemaron a
quinientos mil inocentes. Pero contra las creencias no puede
lucharse con razones, sino que es preciso oponerles otras
creencias de sentido contrario, discursos y contra-discursos,
cada uno dependiente del poder de la palabra ficticia para
generar efectos reales. Así, por ejemplo, la doctrina del
eterno retorno del Nietzsche maduro será una
creencia con la que contrarestar la cristiana y de la que se
esperarán efectos contrarios; aunque la voluntad de
poder
será su realidad.

No es de extrañar que Humano demasiado humano
fuese un homenaje a Voltaire, ya que Nietzsche, después de
explorar la estética romántica hasta el final y
caminar en la dirección del hombre intuitivo,
aborda la tarea ilustrada y abunda en la dirección del
hombre racional. Porque Nietzsche posee un doble cerebro,
filosófico y artístico,
apolíneo-dionisíaco, consistiendo el genio, el
espíritu libre y el superhombre, en definitiva, en la
encarnación del ideal de hombre trágico que
reflejaba ya el Nacimiento de la Tragedia. Y por eso, por la
posesión de una doble sensibilidad complementaria, por
asumir la condición de hombre trágico (que es aquel
que sabe vivir en la contradicción entre lo
artístico y lo científico), Nietzsche es capaz de
investigar en las dos direcciones señalando sus
coincidencias y sus discrepancias: "El futuro de la ciencia
.
"(…) Una cultura (Cultur) superior debe dar al hombre un
doble cerebro, algo así como dos compartimentos cerebrales
yuxtapuestos, sin fisuras, separables y estancos: uno que fuera
sensible a la ciencia, y el otro a lo que no es ciencia: esto es
lo que exige la salud. En uno de los compartimentos
estaría la fuente de energía y en el otro el
regulador[vii]" (Nietzsche
Humano demasiado humano I, §251). En ésta su
segunda época al emplear el cerebro científico e
ilustrado se encuentra de nuevo con la religión,
nuevamente como un mecanismo de dominación y como un
debilitador de la voluntad y de la vida, que es necesario
dinamitar. Las guerras de religión son un ejemplo
más del carácter esclavizante de unas ficciones
útiles para subyugar a los otros, algo ajeno a la
antigüedad clásica y muy característico de la
era moderna: "Nunca se ha conocido entre los romanos la locura
horrible de las guerras de religión; esta
abominación estaba reservada a los devotos predicadores de
la humildad y la paciencia. Mario y Sila, Pompeyo y César,
Antonio y Augusto, no luchaban para decidir si el <flamen>
debía llevar su camisa por encima de su ropón o su
ropón por encima de su camisa, ni para decidir si los
pollos sagrados debían comer y beber, o sólo comer,
para que se hiciesen los augurios. Los ingleses se han hecho
colgar antaño recíprocamente en sus tribunales y se
han destruido en batallas en toda regla por querellas de
semejante especie (…). Me imagino que semejante tontería
no volverá a pasarles; me parece que se van volviendo
sensatos por experiencia propia y no les veo ninguna gana de
volverse a degollar por silogismos". (Voltaire Cartas
filosóficas
. Carta octava: Sobre el Parlamento.
Editora Nacional. Madrid 1976, p.67-68). Semejante
fenómeno de las guerras de religión no podía
pasar desapercibido a Nietzsche, como característica
moderna en su extrema idiotez. Las discusiones teológicas
modernas y el cerebro obtuso de Lutero -como lo denomina
Nietzsche- son un buen ejemplo de ello: "Ahora bien, para
aumentar esta impresión de una farsa espantosa, no hay que
olvidar que ninguno de los axiomas que se discutían
entonces en Ratisbona poseía sombra de realidad, ni el del
pecado original, ni el de la salvación por los
intercesores, ni el de la justificación por la fe, y que
hoy ya no pueden discutirse. " Y, sin embargo, a causa de estos
artículos de fe, el mundo ardió a sangre y fuego.
Se guerreaba, pues, por opiniones que no correspondían a
ninguna cosa ni a realidad alguna[viii]" (Nietzsche Miscelánea de
opiniones y sentencias
, §226: La tragicomedia de
Ratisbona
).

NO HAY SENTIDO
DE
LA EXISTENCIA I.

La postmodernidad, con Nietzsche a la cabeza, nos ha revelado
lo arbitrario del conocimiento humano. Pero tal descubrimiento no
ha derrumbado la construcción de los saberes y las
verdades sino que los ha llevado hasta una extrema sutileza. El
mundo actual está tan inmerso en la mentira como el mundo
antiguo, unos mitos, mejor elaborados, vienen a tomar el lugar de
los simplones y caducos, prolongándose ad infinitum
la tarea de su desenmascaramiento. Las verdades
científicas son, sin duda alguna, las metáforas
más resistentes. Descubierta su falsedad, no por ello
mueren, sino que continúan vigentes en tanto en cuanto
resultan útiles y eficaces. Pero ¿eficaces para
qué? -tendríamos que preguntar, ¿para la
supervivencia de la especie? o para algún otro fin
ulterior. Poco aguzada tiene que ser la vista para darse cuenta
de que el fin ulterior de la ciencia, una vez asegurada la
supervivencia, es la dominación. El hombre no puede
renunciar a sus construcciones mentales mientras le sean
útiles como medios de dominación[ix].

Según Karl Schelchta, aunque la escritura de Nietzsche
no es voluntariamente sistemática, sí que tiene una
serie de reflexiones nucleares que la hacen una verdadera
filosofía, comprendida a su juicio entre los escritos
publicados que van desde el abandono de sus ideales
románticos de juventud, comenzando con Humano demasiado
humano
, hasta la serie de escritos publicados justo antes de
su desfallecimiento mental[x].
Lo esencial de la obra de Nietzsche se resume, según
Schlechta, en la siguiente proposición: "Le monde 
-y compris les humains- tel qu"il est «en
vérité». Il est «en
vérité» sans aucun sens; il est
non-sens
[xi]".

El investigador puede demostrar que el concepto de Dios no es
más que una proyección exaltada, hecha a imagen y
semejanza de lo humano, pero tal concepción no
abandonará la conciencia de los hombres mientras les
resulte eficaz, bien para la supervivencia o bien para la
dominación de unos hombres sobre los otros.

El carácter infantil de la creencia religiosa ha sido
un tema que reaparece contínuamente dentro de la
filosofía de la religión del movimiento ilustrado,
de Frazer a Freud, pasando por Voltaire, se llega a Nietzsche y
su condena de la concepción religiosa del mundo como una
cobarde escapatoria propia de niños temerosos de
gobernarse a sí mismos: "Mi estudio sobre –El porvenir
de una ilusión
-, lejos de estar dedicado
principalmente a las fuentes más profundas del sentido
religioso, se refería más bien a lo que el hombre
común concibe como su religión, al sistema de
doctrinas y promisiones que, por un lado, le explican con
envidiable integridad los enigmas de este mundo, y por otro, le
aseguran que una solícita Providencia guardará su
vida y recompensará en una existencia ultraterrena las
eventuales privaciones que sufra en ésta. El hombre
común no puede representarse esta Providencia sino bajo la
forma de un padre grandiosamente exaltado, pues sólo un
padre semejante sería capaz de comprender las necesidades
de la criatura humana, conmoverse ante sus ruegos, ser aplacado
por las manifestaciones de su arrepentimiento. Todo esto es a
tal punto infantil
, tan incongruente con la realidad, que el
más mínimo sentido humanitario nos tornará
dolorosa, la idea de que la gran mayoría de los mortales
jamás podrá elevarse sobre semejante
concepción de la vida" (Sigmund Freud El Malestar en la
Cultura
(1930). Alianza editorial. Madrid 1970, p.17; negrita
nuestra). El infantilismo como enfermedad de la voluntad o
debilidad de la razón, como una de las causas de las
creencias religiosas, no dejó de ser un problema
señalado por también Nietzsche, en unos
términos que nos recuerdan el comienzo del famoso texto de
Kant titulado ¿Qué es ilustración?
(1784): "La religión y el gobierno. "Mientras el
Estado o, más exactamente, el gobierno se sienta obligado
a ser el tutor de una masa infantil y se plantee la
cuestión de saber si debe mantener la religión,
como tiene por costumbre, o eliminarla, es sumamente probable que
se decidirá siempre por el sostenimiento de la
religión[xii]" (Nietzsche
Humano demasiado humano I, §472; negrita
nuestra).

Al fin y al cabo el aseguramiento de la supervivencia es ya un
mecanismo de dominación, se domina el entorno, se domina
la mente hasta el punto de hacerla delirar y afirmarse en la
existencia a base de todas las mañas posibles. A tal fin,
el impulso a la ficción compete a todo ser humano,
que urde sus telas de araña para agarrarse a la vida y no
morir. A tal efecto, ¡qué importa la verdad!. En
dicha competencia los hombres descubren que pueden servirse los
unos de los otros en sus juegos de encubrimiento y de
ficción, para tomar ventaja en la lucha por la existencia.
En el comienzo de la historia se descubrió que los hombres
podían ser domesticados, que era posible esclavizar a los
otros, explotarlos, y semejante descubrimiento marcaría el
nacimiento de la sociedad de clases, de la jerarquización
dentro de las comunidades, de la desigualdad entre los hombres y
continuaría hasta nuestros días. Tan sólo
fue necesario que un número determinado de los que nos
rodean creasen las metáforas que supuestamente nos
serían más favorables. Porque al creer en esos
falsos sentidos de la existencia, corremos el riesgo de
convertirnos en los esclavos de sus creadores. Todavía hoy
abundan quienes, incapaces de inventar su propia vida, tienen que
valerse de las invenciones de otros, quedando dominados, por
tanto, por esos otros, los creadores de los sentidos de la
existencia; porque la desigualdad, así como los sentidos
de la existencia, son dos cosas hereditarias.

En el siglo V a.C., un pariente de Platón,
Crítias, en su drama titulado Sísifo,
afirmaba que los dioses eran un invento de ciertos hombres para
mejor gobernar a sus súbditos (DK 88 B 25), un super-yo,
que vigilaría la conformidad de los ciudadanos con las
leyes establecidas, incluso en ausencia de los policías
que pudieran observarles y coaccionarles; la conciencia
convertida en autorepresora, un panóptico benthamiano de
instauración interna que demostraría la
conexión entre la creencia en Dios y la moral vigente en
cada tiempo, desvelándose que ésta última no
es más que la beneficiosa para las clases
privilegiadas.

Maquiavelo incidirá en la revelación de esas
determinaciones de poder y de dominación que esconden las
religiones: "Nada proporciona a un principe tanta
consideración como las grandes empresas y el dar de
sí ejemplos fuera de lo común. En nuestros
días tenemos a Fernando de Aragón, el actual rey de
España (…): al comienzo de su reinado asaltó el
reino de Granada y esta empresa le proporcionó la base de
su poder (…). Además de todo esto, para estar en
condiciones de acometer empresas mayores "sirviéndose
siempre de la religión" recurrió a una santa
crueldad expulsando y vaciando su reino de marranos" (Maquiavelo
El principe. XXI: Qué debe hacer un
príncipe para distinguirse
). De acuerdo con Maquiavelo
y en contra del supuesto antisemitismo de Nietzsche, vemos que lo
que valoraba el pensador alemán en los colectivos humanos
era su cultura, considerando la judía muy por encima de la
alemana moderna: "El hombre europeo y la destrucción de
las naciones
. (…) "Diremos de pasada que todo el problema
de los judíos no existe, a fin de cuentas,
más que dentro de los límites de los Estados
nacionales, pues en ellos es donde su energía e
inteligencia superiores, ese capital de ingenio y de esfuerzo que
amasaron durante largo tiempo, de generación en
generación, en la escuela del infortunio, llega
necesariamente a predominar en un grado que despierta envidia y
odio, de forma que en casi todas las naciones actuales -tanto
más en las que adoptan también una actitud
marcadamente nacionalista- se propaga esa literatura aborrecible
consistente en llevar a los judíos al matadero como chivos
expiatorios de todos los males que se produzcan en los asuntos
públicos e internos. Ahora bien, habida cuenta de que ya
no se trata de conservar naciones, sino de producir una raza
europea mezclada y lo más fuerte posible, el judío
es un ingrediente tan útil y deseable como cualquier otro
residuo nacional. (….) Si el cristianismo ha hecho todo lo
posible por orientalizar Occidente, el judaísmo ha
contribuido esencialmente a occidentalizarlo de nuevo: lo que, en
cierto sentido, equivale a hacer que la misión y la
historia (Geschichte) de Europa sean la
continuación de las de Grecia[xiii]" (Nietzsche Humano demasiado
humano
I, §475).

Vivir sin sentido, sin miedo y sin esperanza, intuyendo que
quizá vivir no sea un bien ni morir un mal, como el
Sócrates de la Apología platónica
(29a). O bien, considerando el sinsentido inhabitable,
construirse el propio sentido de la existencia, sabiendo que no
será generalizable universalmente a todos los hombres,
sino válido tan sólo para su creador, y a lo sumo,
modelo imperfecto para las construcciones de otros, es la
aventura que tan sólo algunos pocos filósofos y
numerosos artistas se han atrevido a abordar. Nietzsche fue uno
de ellos y quizá de este tipo fueron muchos más de
los que usualmente se piensa. Entre las dos variantes
nietzschianas antepuestas caben muchas otras opciones: la de la
filosofía tradicional, platónica o spinozista, que
se despoja de las pasiones para habitar en la razón; la
pesimista, de un Pascal o un Schopenhauer; o la ingenua y vulgar,
que se deja arrastrar por la opción vigente o de moda.

La voluntad de verdad[xiv], esto es, la fe en
la ciencia
, constituye una convicción que descansa
sobre una fe metafísica, sobre el idealismo
platónico y cristiano, es un principio antivital,
destructor, contrario a la vida, la naturaleza y la historia,
contrario a la voluntad de realidad; que afirma un mundo
diferente al de la vida y con ello reniega de la vida (Gaya
Ciencia
, §344). Nietzsche ha proclamado que Dios ha
muerto
(Ibid, §343), aunque aún siguen vigentes
sus consecuencias, los dispositivos que tal creencia puso en
marcha y que continúan funcionando en ausencia de sus
cimientos, sin darse cuenta todavía de su desnudez y de su
vacío. Esto hace que los filósofos como él,
los espíritus libres, puedan ser calificados como
ateos, incrédulos e inmoralistas (Ibid, §346),
aunque vayan más allá del conjunto de tales
honorables denominaciones, porque se han dado cuenta de la muerte
de Dios, que implica la muerte de la ciencia, de la moral, y del
hombre mismo (del antropocentrismo humanista). Muerte que no es
la muerte del mundo real, sino su desocultamiento, al mostrar la
vaciedad del mundo aparente, idealista, cristiano. Al borrar el
dualismo se borra la distinción entre mundo aparente y
mundo ideal, sólo restando entonces la vida real, y nada
más. No sólo hay que acabar con los
idealismos, venerados para soportar la vida y que en el
fondo reniegan de la vida misma imaginando un más
allá, sino también con la creencia en el yo, en el
hombre como algo que se contrapone al mundo y en la
historia como algo que tuviese algún sentido
teleológico. De ser eliminado sólo el segundo se
produce el nihilismo, la eliminación del concepto
de hombre como opuesto al mundo, pero la continuidad de los
idealismos sin el hombre, suponen la eliminación de la
mediación entre el ideal y el mundo (pero no la
eliminación del mundo ideal), y por eso dice Nietzsche que
borrar la creencia en el antropocentrismo tiene que ser lo
primero.

NO HAY SENTIDO
DE
LA EXISTENCIA II.

"Los creyentes y su necesidad de creer. "La cantidad de
creencia que uno necesita para prosperar, la cantidad de
«cosa fija» que no quiere que se remueva
porque se apoya
en ella- da la medida de su fuerza (o
más propiamente, de su debilidad)[xv]" (Ibid, §347). La creencia es una
necesidad que implica una debilidad, la necesidad de agarrase a
algo, no importa lo falso y mentiroso que pueda ser, no importa
lo negativo y perjudicial que pueda resultar, con tal de
continuar en la vida, en una vida cuyo valor se oculta y se
esconde. La mayoría de los hombres de hoy día se
niegan a preguntarse acerca de las razones que tienen para
levantarse cada mañana y acudir a su rutinario trabajo. Se
apoyan en la costumbre y se justifican por creencias compartidas,
que les otorgan un significado ficticio de la vida. Si alguna vez
se atreven a interrogarse a sí mismos verán todo
zozobrar y temen vivir en la zozobra, es decir, en la vida real,
material, no ficticia, con todo su placer y su sufrimiento. Pocas
personas, por tanto, se preguntan acerca del sentido de su
compulsiva actividad vital y, cuando lo hacen, sienten dolor y
zozobra; entonces, sacudiendo la cabeza, se desembarazan de la
funesta manía de pensar y rechazan el asalto de la
cuestión existencial. Siguen viviendo como lo han hecho
hasta ahora, como se ha hecho siempre, como viven los animales,
por inercia y por instinto, impulsados por los sentidos
colectivos que han internalizado en el proceso de
socialización al que fueron sometidos en sus respectivas
culturas. "El grave defecto de los hombres activos. Lo que
les falta ordinariamente a los hombres activos es la actividad
superior, es decir, la actividad individual. Actúan en
calidad de funcionarios, de hombres de negocios, de expertos, es
decir, como representantes de una categoría, y no como
seres únicos, dotados de una individualidad muy definida;
en este aspecto, son perezosos. La desgracia de los hombres
activos es que su actividad resulta siempre un tanto irracional.
No cabe preguntar al banquero, por ejemplo, el objetivo de su
compulsiva actividad, porque está desprovista de
razón. Los hombres activos ruedan como lo hace una piedra,
según el absurdo de la mecánica. Todos los hombres,
tanto de hoy como de cualquier época, se dividen en libres
y esclavos; pues quien no dispone para sí de las tres
cuartas partes de su jornada, es un esclavo, sea lo que sea:
político, comerciante, funcionario o erudito". (Nietzsche
Humano demasiado humano I, §283).

La respuesta etológica es la más primaria, se
vive por simple instinto de supervivencia e impulsados a dejar
descendencia. Después y sobre la etológica crecen
las respuestas trascendentes, según las cuales esta vida
no es más que el camino hacia otra mejor; respuesta que
urge a la creación de ficciones que oculten la evidencia
de la muerte. Tras la respuesta etológica (instintiva) y
su correlato trascendente (fabulador) vienen los
perfeccionamientos teológicos: se vive porque se considera
que se forma parte de un proyecto vital enmarcado en un pueblo
(nación, cultura), en la humanidad en su conjunto
(historia) o en una religión (escatología) o
partido político. La insistencia sociológica en
considerar al individuo como inexistente, de no ser en cuanto
sumido en una totalidad orgánica, conduce directamente
hacia el nazismo. Si no hay margen para el individuo dentro de
las determinaciones naturales y culturales, en caso de no existir
la libertad, ciertamente parcial, de determinarse de acuerdo con
la propia naturaleza y en favor de la propia cultura, entonces,
nada impide eliminar a un individuo que no es nada con
independencia de las totalidades en las que se inscribe.

Tan sólo el filósofo y el artista llegan a tener
conciencia de que no hay ningún sentido predeterminado de
la existencia: la vida no es ya sólo amoral, sino que
además carece de finalidad alguna que pueda estar prevista
de antemano, exceptuando la muerte. El filósofo lo tiene
en cierto modo bastante fácil, se levanta todas las
mañanas para precisamente preguntarse por el por
qué de levantarse por las mañanas, para aprender a
morir, es decir, a vivir realmente y sin tapujos. Con ello se
acerca a su antagonista, al artista, que vive su vida como si
fuese una obra de arte, construyéndose a sí mismo y
a su obra simultáneamente. Tal vez tan sólo la
Filosofía (y la ciencia teorética) junto al Arte
(literatura, música, pintura, escultura, etc) sean las
únicas respuestas elevadas y nobles a la pregunta por el
sentido de la existencia. Vivir realmente es aceptar una
existencia finita y consagrar ese precioso tiempo a la verdad, la
belleza o el bien. Las dos primeras son actividades
teoréticas y la segunda teorético-práctica.
Sin embargo el proyecto vital elevado y noble puede devenir
también alienación de someterse a los dictados de
la especialización y de la división del trabajo. La
historia de la humanidad nos enseña que los más
grandes hombres que han existido han sido los hombres más
completos, híbridos filosófico-artísticos;
aunque una de sus tendencias haya predominado sobre las
demás. No se puede crecer intelectualmente y no hacerlo
físicamente y viceversa, el desarrollo o es pleno,
integral y equilibrado o no es más que una farsa, la
hipertrofia de un sentido a consta de la atrofia del resto. Por
eso el objetivo renacentista de alcanzar al hombre total,
cultivador de todos los saberes y de todas las artes, al fin y al
cabo alcanzado ya por Grecia, puede ponerse en conexión
con el superhombre de Nietzsche, con la búsqueda
(trágica) de la plenitud vital en todos sus aspectos y
manifestaciones. Pero sería un grave error considerar que
semejante propuesta es una cuestión de elección
individual, ya que el obrero no puede elegir no ser obrero y, en
caso de desatender el despertador que le hace levantarse para ir
al trabajo, no por ello dejará de ser obrero, sino que
pasará a ser un obrero en paro. Nietzsche es consciente de
ésto y de que es necesaria una cultura y un entramado
socio-económico que permitan el desarrollo, siendo patente
que el actual es contrario al desarrollo y que éste sucede
a pesar de la sociedad y no gracias a ella.

El desarrollo de un espíritu libre es impedido,
además de por la estructura social vigente, por esa parte
especial suya que constituye el mundo de las creencias, que hacen
las veces de puertas infranqueables y suponen el estancamiento en
un único punto de vista. Así vemos, por ejemplo,
que aunque los artículos de fe sean refutados miles de
veces, el hombre que necesita de ellos sigue creyendo en su
verdad. Recordemos ahora que Kierkegaard definía la fe
como creer contra toda evidencia, llegando al paroxismo de
la creencia al declarar que una refutación constituye una
confirmación para quien se obstina en considerarla como
verdad. De modo que las evidencias en contra lo que hacen es
confirmar la fe.

El cristianismo, la metafísica tradicional, la certeza
científico-positivista o el patriotismo, son los
más vastos sistemas de creencia del mundo Occidental, que
Nietzsche considera preservados por el instinto de la
debilidad
, por la necesidad, ciertamente infantil, de
protección paternal, de seguridad ante el miedo de
afrontar la realidad vital en devenir. La cantidad de fe
es proporcional a la falta de voluntad, a la falta de
soberanía sobre uno mismo, que lleva a la
delegación en un dios, un príncipe, una casta,
un médico, un confesor, un dogma o un partido
. A
ésto lo denomina Nietzsche enfermedad de la
voluntad
, que cae en el fanatismo, una especie de
hipnotismo de las masas, que regula la pertenencia a una secta,
iglesia o doctrina, y que se caracteriza por la atrofia en un
único punto de vista. Un fenómeno que
estudiará más adelante Freud en su obra
Psicología de las masas y análisis del yo
(1921), anticipándose a la emergencia del nazismo y al
fenómeno de la sumisión de una colectividad bajo
los dictámenes de un caudillo (Führer) o
guía.

Nietzsche se opone al conocimiento como costumbre, como
creencias compartidas por los borregos que de ese modo se sienten
protegidos de los lobos, pero extendiendo la cualidad de
doxa a un espacio mayor que el que estableció
Platón. Las ideas platónicas no serán
más que una costumbre de la Filosofía Occidental,
que consiste en reducir el mundo a la idea, para combatir el
miedo que produce la incapacidad de habitar lo diverso. "El
origen de nuestro concepto de «conocimiento»
.
(…) Lo conocido, quiere decir: aquello a que estamos
acostumbrados (…) ¿No será el instinto del
miedo
lo que el conocimiento significa para nosotros?"
(Gaya Ciencia, §355). Con ello Nietzsche entronca y
prosigue el escepticismo de Hume en relación a la verdad
como creencia y costumbre, abordando especialmente a la verdad
religiosa de una forma que nos recuerda al De Rerum Natura
del latino Lucrecio. La raíz de nuestro impulso al
conocimiento reside en nuestras pasiones y, lo que es más,
en nuestras pasiones más bajas, ruines y mezquinas. Por
eso no se trata de la pretensión imposible de eliminar las
pasiones, sino de fomentar tan sólo aquellas que nos
impulsan al crecimiento y nos mejoran, elaborando un pensamiento
cuya pasión originaria ya no sea el miedo, sino su
contrario, el valor. El valor de no estar atado a ningún
credo determinado, ni limitado por una sola pasión. El
espíritu libre consiste en una voluntad que goza de
la fuerza de la autodeterminación, de autarquía o
autosuficiencia, en una libertad de la voluntad que se niega a
estar atada por las cadenas de ninguna creencia o certeza.
Así, en la autodeterminación indeterminada, tan
cambiante y omniabarcante como la vida misma, es donde se puede
alcanzar la libertad.

Nietzsche se esforzó por vivir sin creencias y admitir
sólo aquellas costumbres que favorecían su
desarrollo intelectual, artístico, humano y más
allá de lo humano. Albert Camus, explica el
fenómeno de la incredulidad nietzschiana con los
siguientes términos: "Con Nietzsche, el nihilismo parece
hacerse profético. Pero no se puede sacar de Nietzsche
sino la crueldad baja y mediocre que él odiaba con todas
sus fuerzas, mientras que no se ponga en el primer plano de su
obra, mucho antes que al profeta, al clínico. El
carácter provisional, metódico, estratégico,
en una palabra, de su pensamiento, no puede ser puesto en duda.
En él el nihilismo, por primera vez, se hace consciente.
Los cirujanos tienen en común con los profetas que piensan
y operan en función del porvenir. Nietzsche no
pensó nunca sino en función de un
apocalípsis futuro, no para ensalzarlo, pues adivinaba el
aspecto sórdido y calculador que ese apocalípsis
tomaría al final, sino para evitarlo y transformarlo en
renacimiento. Reconoció el nihilismo y lo examinó
como un hecho clínico. Se decía el primer nihilista
cabal de Europa… El ¿se puede vivir en
rebelión?
se convierte en el ¿se puede vivir
sin creer en nada?.
Su respuesta es positiva. Sí, si
se hace de la falta de fe un método, si se lleva al
nihilismo hasta sus últimas consecuencias y si,
desembocando entonces en el desierto y confiando en lo que va a
venir, se siente en ese mismo movimiento primitivo dolor y
alegría.

En vez de la duda metódica ha practicado la
negación metódica, la destrucción esmerada
de todo lo que todavía se oculta en el nihilismo, la
destrucción de los ídolos que disimulan la muerte
de Dios[xvi]". Camus ve en
Nietzsche la instauración de un método de
rebelión
, en lugar del método
geométrico cartesiano
, al que acusa de complicidad con
la justificación idealista de la existencia.

NIETZSCHE Y UNAMUNO: ENTRE
EL DESPERTAR A
LA VIDA O EL DORMIR ANTE LA
MUERTE.

Todo el drama que Unamuno hace recaer sobre San Manuel
Bueno Martir
tiene como fundamento el extravío de un
sacerdote que llega a la conclusión de que Dios no existe
pero que las gentes sencillas necesitan de semejante creencia
para soportar la vida. La angustia existencial unamuniana es
más kierkegaardiana que nietzschiana, digamos que Unamuno
no puede llegar a creer, como Kierkegaard, y eso le atormenta,
mientras que Nietzsche invierte semejante perspectiva para
declarar, más allá de Marx, que la alegría
de vivir sólo la encuentra el que logra ser profundamente
ateo. Por eso San Manuel no trata realmente de buscar
solución a los males de los pueblos, sino que procura
proporcionarles opio, ilusión, consuelo y
resignación. Su postura es antirrevolucionaria:
"¿Cuestión social? Deja eso, eso no nos concierne.
Que traen una nueva sociedad, en que no haya ya ni ricos ni
pobres, en que esté justamente repartida la riqueza, en
que todo sea de todos, ¿y qué? ¿Y no crees
que del bienestar general surgirá más fuerte el
tedio de la vida? Sí, ya sé que uno de esos
caudillos de la que llaman revolución social ha dicho que
la religión es opio del pueblo. Opio…, opio… Opio,
sí. Démosle opio, y que duerma y que sueñe.
Yo mismo con esta mi loca actividad me estoy administrando
opio[xvii]". Y también es
una postura aristocratizante: "¿La verdad? La verdad,
Lázaro, es acaso algo terrible, algo intolerable, algo
mortal; la gente sencilla no podría vivir con
ella?[xviii]". No basta con
solucionar la cuestión del pan, ya que, a la vuelta de la
esquina, tras la cuestión social, aguarda la
cuestión existencial, más grave aún que la
primera: "la negrura de la sima del tedio de vivir. ¡Mil
veces peor que el hambre![xix]".
Según Unamuno, la mayoría no soportarían la
verdad, la Sabiduría de Sileno: "Hay una
vieja leyenda que cuenta como durante mucho tiempo, el rey Midas,
había intentado cazar en el bosque al sabio Sileno,
acompañante de Dioniso, sin poder cogerlo. Cuando por fin
cayó en sus manos, el rey pregunta qué sería
lo mejor y más preferible para el hombre. Rígido e
inmóvil calla el demón[xx], hasta que, forzado por el rey, acaba
prorrumpiendo las siguientes palabras, en medio de estridentes
carcajadas: «Miserable estirpe de un sólo
día, hijos del azar y de la fatiga, ¿por qué
me fuerzas a decir lo que para tí es mejor no escuchar? Lo
mejor de todo es totalmente inalcanzable para tí: no haber
nacido, no ser, ser nada. Y lo mejor para tí en segundo
lugar es "morir pronto»" (Nietzsche El Nacimiento de la
tragedia
3,[xxi]). Pero la
verdad de la sabiduría de Sileno no es la nada, sino lo
finito, lo que el budismo, el cristianismo y Schopenhauer vieron
como la fuente del mal y que Nietzsche rescata invirtiendo las
perspectivas como fuente de la que mana, precisamente, la
excelencia y lo grandioso de la vida, como ejemplificaron los
griegos. Recuérdese que el fantasma de Aquiles en la
Odisea, negándose a aceptar ninguna clase de
consuelo, prefería ser el más pobre de
los campesinos de la tierra al rey del mundo de los
muertos
[xxii], visión
heroíca, en las antípodas del cristianismo, que
Nietzsche rescatará de la tragedia clásica para
traerla al mundo contemporáneo, como un
incondicional a la vida. De acuerdo con Platón, la postura
de Aquiles en el pasaje homérico citado no sería
positiva para la educación y la mejora de los ciudadanos,
porque quien teme a la muerte prefiere la derrota y la esclavitud
al combate (República III, 386 a-c). Por eso
encomienda a los poetas que se abstengan de propagar semejantes
ideologías que, aunque pueden resultar agradables al
oído estético-poético, son educativa y
políticamente perniciosas: "Tanto menos conviene que los
escuchen niños y hombres que tienen que ser libres y temer
más a la esclavitud que a la muerte" (Ibid.387b). Pero
hemos de decir que Platón no entendía el pasaje
homérico en el que Aquiles se lamenta de estar en el
Hades, puesto que el héroe no declinó en vida el
combate y prefirió la fama guerrera no ya a la esclavitud,
sino a una vida libre, larga y cómoda. Una vez en el mundo
de las sombras es cuando el héroe dice preferir como
mejor, vivir cualquier vida, a habitar el mundo de los muertos;
lo que no ha de ser leído como la preferencia de cualquier
vida antes que la muerte, como hace Platón, sino como la
preferencia de cualquier vida antes que la no-vida del muerto una
vez en el Hades. Así, frente a las mentiras
necesarias
[xxiii] que el
estadista Platón dice recomendables para la vida
pública, entre las que se incluyen las de las
bienaventuradas vidas de ultratumba, como en el mito de Er
con el que finaliza su Politeia, se alza la franqueza
heroica de quien no inventa un más allá, ni le
quita ningún peso al hecho de morir, afrontando con valor
el hecho de la disolución y valorando como supremo bien el
de la existencia real y efímera, con todas sus
consecuencias, con todo su dolor y con todo su placer. Porque
¿no será el cobarde el que vence con mentiras el
temor a la muerte y el valiente quien la mira de frente y no se
arruga? ¿No estará Platón fundando un Estado
pusilánime, débil y cobarde, y preparando con ello
la llegada del cristianismo, el exorcizar con falsedades los
temores? ¿No será la vía del encubrimiento
de la verdad la que se inaugura de esa forma?

El cristiano que se aventura en reflexiones prohibidas y llega
a la conclusión de que lo importante es la creencia y no
la verdad, como San Manuel Bueno Martir, finge, y lo hace por
humanitarismo y desprecio de los simples, siendo su fingimiento
su martirio, ya que considera que él es capaz de vivir con
la muerte de Dios pero que los demás no lo
soportarían: "Yo estoy para hacer vivir a las almas de mis
feligreses, para hacerlos felices, para hacerles que se
sueñen inmortales y no para matarles. Lo que aquí
hace falta es que vivan sanamente, que vivan en unanimidad de
sentido, y con la verdad, con mi verdad, no vivirán. Que
vivan. Y esto hace la Iglesia, hacerles vivir.
¿Religión verdadera? Todas las religiones son
verdaderas en cuanto hacen vivir espiritualmente a los pueblos
que las profesan, en cuanto les consuelan de haber tenido que
nacer para morir[xxiv]". El
cristianismo envenena la vida al considerar despreciable lo
finito, en lugar de, precisamente por su fugacidad, considerar
que lo finito es lo más valioso. De ese modo la existencia
es vista como el mal, principio budista que el joven Nietzsche
aprendió de Schopenhauer, el principio de
individuación
como caída, como pecado original:
"¿Cuál? -me respondió- Ya lo dijo un gran
doctor de la Iglesia Católica Apostólica
Española, ya lo dijo el gran doctor de la vida es
sueño, ya dijo que «el delito mayor del hombre es
haber nacido». ése es, hija, nuestro pecado: el de
haber nacido[xxv]".

SUEÑO Y
CULTURA: EL PROGRESO DE
LA VIGILIA Y DE LA LUCIDEZ EN
NIETZSCHE.

No es sorprendente que Calderón[xxvi] y su obra La vida es
sueño
, sean contemporáneas de Descartes y su
hipótesis del genio maligno. Con la idea de la posibilidad
de que todo sea un sueño, del engaño total,
comienza la era moderna. Don Quijote vive en una realidad
caballeresca aunque ya había desaparecido de la
épica guerrera, por eso sueña que los molinos son
gigantes, que una aldeana es una princesa, que una bacía
de barbero es un yelmo milagroso. Unamuno lo reflejará a
través del personaje de su nivola Niebla, de
Augusto Pérez, que se revuelve contra el hecho de ser un
ente de ficción[xxvii].

En Humano demasiado humano (I,§5) Nietzsche
hablará del hombre primitivo como de alguien que
creía en la realidad del mundo de los
sueños
, creencia de la que procede a su
entender el surgimiento de la metafísica y de todas las
creencias en los espíritus y en los dioses. En este punto
coincide con alguna de las sentencias de Demócrito acerca
de los dioses, el primer materialista, que veía tanto en
la necesidad de explicación de los sucesos extraordinarios
de la naturaleza (DK 68 A 75) como en los sueños (DK 68 B
166 & 68 A 77) el origen de la religión y de la
creencia en los dioses.

También en la obra antes citada, en el parágrafo
titulado Sueño y Cultura[xxviii] (Kultur), Nietzsche afirma que
el sueño es un estado que "nos recuerda estados anteriores
de la humanidad, en que la alucinación afectaba de vez en
cuando al mismo tiempo a comunidades enteras, a pueblos enteros".
De ese modo -llega a decir- idearon los antiguos la
Mitología.

Y en el parágrafo 13 de la misma obra (La
lógica de los sueños
[xxix]), reincide Nietzsche en este punto al
decir: "Creo que, del mismo modo como razona hoy el hombre cuando
sueña, razonaba la humanidad incluso durante la
vigilia
, a lo largo de muchos miles de años: (…) el
sueño nos conduce a lejanos estados de la
civilización humana y pone en nuestras manos un medio para
entenderlos". También en Aurora (IV,§312)
leemos, en el aforismo titulado Los olvidadizos, que: "En
las explosiones de la pasión y en los delirios del
ensueño y de la locura el hombre reconoce su historia
primitiva y la de la humanidad;… Su memoria se retrotrae a un
pasado muy lejano, mientras que su estado civilizado se ha
desarrollado, por el contrario, a partir del olvido de estas
experiencias primitivas". Hay cierta correlación entre la
ontogenia y la filogenia. El hombre puede encontrar el hilo de
los tiempos y marchar en consonancia con ellos o puede quedarse
en una etapa anacrónica, también habrá
elementos, como al arte, la filosofía y la política
en la Grecia clásica, que no sólo habrán
permanecido inalterados como modelo clásico para el gran
estilo, sino que respecto de ellos podría apreciarse una
involución o degradación de las nuevas formas.

Nietzsche llegó a mantener una postura hegeliana de la
Historia, en la que el sentido de la vida individual se
identificaba con el sentido de la vida colectiva, habiendo de
orientarse ambos desde la potencia hasta el acto, pasando por
toda una serie de necesarias etapas de desarrollo: "(…) A
los treinta años, la mayoría de los jóvenes
cultos retroceden a partir de este temprano solsticio de su vida
y pierden desde entonces el placer de seguir nuevas orientaciones
intelectuales. (…) Los hombres muy ricos en
energía, como Goethe, por ejemplo, recorren ellos solos
tanto camino como puedan hacerlo cuatro generaciones
detrás de ellos: pero también avanzan con demasiada
rapidez, hasta el punto de que los demás no les
alcanzarán hasta el siglo siguiente, e incluso no del
todo, porque esas frecuentes interrupciones han debilitado la
unidad de la cultura y la continuidad de su evolución. "En
cuanto a las fases normales de la cultura intelectual adquirida,
los hombres las atraviesan cada vez más deprisa unos
detrás de otros. Actualmente, empiezan abordando la
cultura a través de las emociones religiosas de la
infancia, y hacia los diez años esos sentimientos
habrán alcanzado su mayor grado de calor, para pasar luego
a formas atenuadas (panteísmo) al acercarse a la ciencia;
dejan muy atrás a Dios, la inmortalidad y otras cosas por
el estilo, pero para dejarse cautivar por el prestigio de una
filosofía metafísica. Esta acaba
pareciéndoles indigna de creer; el arte, en cambio, parece
ofrecerles ciertos beneficios, y durante algún tiempo
sólo queda y sobrevive de aquella metafísica lo que
puede transformarse en arte o un estado anímico impulsado
a las transfiguraciones estéticas. Sin embargo, se va
imponiendo cada vez más el espíritu
científico, el cual conduce al hombre maduro a las
ciencias naturales, a la historia y sobre todo, a métodos
de conocimiento más rigurosos, mientras que se atribuye al
arte una importancia cada vez más secundaria y humilde.
Actualmente, esto ocupa los treinta primeros años de una
vida, pero es la recapitulación de una tarea a la que la
humanidad ha consagrado quizás treinta mil años de
trabajo agotador". (Humano demasiado humano I: Fases
cíclicas de la cultura individual
, §273).

Una vida individual adopta el tempo del desarrollo de
la cultura a otra escala. Pero eso no significa que la vida
individual quede con ello dotada de sentido, el desarrollo de la
Historia Universal no tendría más sentido que el
crecimiento de un árbol. Nacimiento, juventud, vejez y
muerte, tanto de los individuos como de las culturas no es un
tránsito dotado de sentido, aunque sea necesario. El
comienzo de Sobre verdad y mentira en sentido extramoral
(1873; KSA1) nos narra una fábula, la del nacimiento y
muerte de la Humanidad. El sentido tendrá que ser fijado a
posteriori, una vez en marcha el proceso y desde el interior del
mismo, esto es, de manera inmanente, no está incluido de
antemano el sentido en el interior ni puede venir de un
imaginario exterior.

EL SUPERHOMBRE COMO
PROPUESTA DE SENTIDO DE
LA EXISTENCIA.

La Sabiduría de Sileno enseña que la vida en
no tiene sentido. El hombre es un ser para la
muerte y Nietzsche enseñaba a invertir semejante
perspectiva considerando al hombre como un ser para la vida
precisamente por estar abocado a la muerte, abocado a una vida a
la que no le hace falta ningún sentido predeterminado ni
ultraterreno: "pero, pregúntate para qué existes
tú, el individuo, y si nadie puede decírtelo trata
de justificar el sentido de tu existencia, en cierto modo, a
posteriori, fijando una finalidad, una meta, un "para esto", un
para esto elevado y noble. Sucúmbe realizándolo -yo
no sé que exista mejor finalidad de la vida que sucumbir a
lo grande e imposible[xxx]"
(Nietzsche De la utilidad e inconvenientes de la historia para
la vida
. (Segunda Consideración Intempestiva),
9). Zaratustra ama al hombre trágico, a aquel que
quiere crear algo por encima de sí mismo y en ese
empeño sucumbe[xxxi]. El
hombre es algo que debe ser superado, cosa imposible desde la
autocomplacencia de las convicciones del humanismo y desde el
sentimiento de minusvalía que embarga a la
concepción cristiana del mundo, el hombre no es una meta
sino un puente hacia otra forma de humanidad. Es el genio,
espíritu libre
y, finalmente, el superhombre,
la meta colectiva que Nietzsche propone introducir para
justificar el sentido de la existencia a posteriori
. En esa
dirección apunta también el siguiente texto de
El Anticristo: "No qué reemplazará a la
humanidad en la serie de los seres es el problema que yo planteo
con esto (-el hombre es un final-): sino qué tipo de
hombre se debe criar, se debe querer, como tipo más
valioso, más digno de vivir, más seguro del futuro.
Ese tipo más valioso ha existido ya con bastante
frecuencia: pero como caso afortunado, como excepción,
nunca como algo querido[xxxii]".
Por eso la meta que Nietzsche se fijó a sí mismo se
encontró siempre ligada al problema de la educación
(Bildung) y la cultura (Cultur).

Es bien conocido el siguiente pasaje del Macbeth de
Shakespeare: "La vida no es más que una sombra caminante,
un pobre actor, que se pavonea y se desgasta durante su hora
sobre la escena, para después no volver a ser oído:
es un cuento narrado por un idiota, lleno de ruido y de furia,
que nada significa[xxxiii]". El
fragmento dio de sí para que William Faulkner escribiese
un libro inspirado por la última frase y no ha dejado de
ser utilizado por los detractores de la idea de que la vida, el
mundo o la historia esconden algún sentido, finalidad o
cumplimiento que realizar.

En contra de las teorías del sentido inmanente o
trascendente de la existencia surge la constatación de que
ese sentido y finalidad no es un atributo de los sucesos sino un
añadido humano. Así, frente a la idea de que el
Mundo y la Historia los hacen, solamente, fuerzas divinas,
naturales o sociales, actuantes a través de ellos, surge
la tesis del hombre constructor de la vida y de la historia,
poseedor del privilegio de la acción. Con ello se
sitúa la cuestión en sus justos términos y
se aprecia que tanto las fuerzas sociales y naturales como el
individuo humano inciden en el desarrollo de los acontecimientos,
retroalimentándose mútuamente, pues no hay Mundo
sin Historia, y viceversa; descartándose cualquier
intervención trascendente de divinidades
fantasmagóricas de otro mundo, en la incesante
destrucción y construcción del devenir.

Nietzsche aprecia en la muerte de Dios la
desvalorización de los valores absolutos vigentes, de las
nociones de sentido que jalonan la Historia de Occidente, un
resquebrajamiento de toda una serie de metáforas
solidificadas en el lenguaje tras el que se aprecia la
irrupción de algo nuevo, la posibilidad de un cambio en la
sociedad y la cultura modernas, de una nueva forma de ser y de
vivir que ya se ha dado raramente y como excepción entre
los hombres más eminentes de nuestra especie: "El
más grande de los acontecimientos recientes "que
«Dios ha muerto», que la creencia en el Dios
cristiano se ha desacreditado" empieza ya a proyectar sus
primeras sombras sobre Europa. (….) "Y sobre todo,
cuántas cosas, una vez socavada esa fe, tendrán que
desmoronarse por estar fundamentadas sobre ella, adosadas a ella,
trabadas con ella: por ejemplo, toda nuestra moral europea. Esa
larga plenitud y sucesión de demolición,
destrucción, hundimiento y cambio que ahora se avecina
(….). En efecto, los filósofos y «espíritus
libres», al enterarnos de que «ha muerto el viejo
Dios», nos sentimos como iluminados por una aurora
nueva[xxxiv]" (Nietzsche La
gaya ciencia
. Libro 5º: Nosotros los
intrépidos
; §343; negrita nuestra).

Sin embargo todavía hoy los creyentes son
mayoría en el planeta, existen alrededor de 1700 millones
de cristianos en el mundo, unos 1200 millones de musulmanes, 800
millones de hinduístas, 350 millones de budistas,
además de toda una serie de religiones menos numerosas y
sectas esotéricas de distinta clase. Eso hace del ateo un
personaje minoritario: "¡Será posible! -exclama
Nietzsche- ¡Este viejo santo en su bosque no ha oído
todavía nada de que Dios ha
muerto
![xxxv]"
(Nietzsche Así habló Zaratustra,
Prólogo, 2; negrita nuestra). Pero no es ya un aislado
anacoreta quien no se ha percatado de la buena nueva, sino la
mayoría de la población del planeta la que vive
bajo el velo de la ilusión religiosa. Si a la
ilusión religiosa añadimos la ilusión
científica tenemos como resultado que los espíritus
libres son cada vez más minoritarios y que la
revolución de todo lo establecido de la que Nietzsche
creyó atisbar su comienzo no ha tenido lugar.

Cada cual tiene que construir el sentido de la
existencia. Un sentido que no tiene que coincidir necesariamente
con el sentido dominante en la sociedad en la que se vive, este
último construcción social. El sentido individual
de la existencia cada cual lo tendrá que escoger con
vistas a la superación de sí mismo, de modo que el
sentido general de la existencia colectiva, que Nietzsche aprecia
para la cultura, es el superhombre, la idea de que el
hombre es algo que tiene que ser superado: "El superhombre es
el sentido de la tierra
[xxxvi]" (Nietzsche Así habló
Zaratustra
, Prólogo, 3; negrita nuestra). Los que
hablan de esperanzas ultraterrenales son los despreciadores y
envenenadores de la vida, ya que las únicas esperanzas que
se pueden tener son esperanzas terrenales, colaborar en que el
hombre sea algo que tiene que ser superado, una tarea al alcance
de todos y que entronca con el ideal del aristós
griego y con el empeño del pueblo griego en acometer la
persecución de la excelencia (areté).

Los griegos fueron una gran civilización porque
tuvieron una grandiosa construcción social del sentido de
la existencia, una construcción apolínea sobre el
fondo dionisíaco de la vida que cuajó en sus
hallazgos y sus logros, cuya ejemplificación más
eminente fue la Tragedia ática.

La antigua aristocracia, noble y guerrera, defensora de las
tradiciones, iba a ser paulatinamente desplazada por la nueva
clase económica, comercial y artesana, cuyas actividades e
intereses eran completamente diferentes. La cultura tradicional y
mítica, que defendía viejos privilegios basados en
la costumbre, comenzó a ser sustituida por los valores de
la nueva clase social emergente, basados en principios y leyes de
carácter racional. Frente al linaje de sangre, el
éxito en la guerra y la fama
épico-heróica
, los valores de la cultura
aristocrática
, iban a surgir con gran fuerza los
valores de una cultura democrática, que
coexistirán con los antiguos, en tensión constante,
los valores de la igualdad, de la
participación y del éxito en la
política
, y, en definitiva, de la
ciudadanía, que alcanzará su mayor esplendor
en el siglo V a.C., conocido como el siglo de Pericles, y como el
periodo de la Ilustración ateniense. Como muestra
de la fusión entre las formas de vida antiguas y las
nuevas e ilustradas floreció en esa época, con
especial brillantez, el cultivo del género
dramático de la Tragedia, que sintetizaba las
ideologías arcaícas y clásicas en una misma
Weltanschauung.

Comparada con ella, con la justificación de la
existencia
que le proporcionaba a un griego clásico la
Tragedia ática, comparada con una vida
trágica
, teniendo en cuenta que se trata de una vida
tan alegre y dichosa como profunda y tenebrosa, la
construcción social de la forma de vida con la que nos
encontramos al nacer los occidentales de hoy día, es tan
nimia y superficial, que la opción de construirse una
forma de vida alternativa a las socialmente dominantes resulta
irresistible para los intempestivos.

A la globalización actual se oponen no solo los
tribalismos étnicos, formas de vida caducas que vuelven a
resucitarse tras un largo periodo de letargo, sino las opciones
individuales de contracultura, modelos palpables de rechazo de la
formulación general. Así, al capitalismo, al
afán de consumo ilimitado del burgués occidental,
se oponen ciertas prácticas de austeridad; a la respuesta
al consumo masivo incitado por los medios de comunicación,
los goces minoritarios, necesitados de cultivo previo; a las
relaciones de pareja legitimada judicial o vicarialmente, la
unión libre; al trabajo y el consumo como núcleos
de actividad, las actividades de ocio no consumista sino
constructivo-formativo y la limitación del trabajo a mera
forma de subsistencia. Es decir, formas de vida alternativas que
oponen a la compra de un coche la compra de tiempo, de tiempo
libre de la necesidad de producir; que oponen a la
televisión, la lectura, el jazz o las obras de arte; al
matrimonio y los hijos, la relación libre y sin necesidad
de procrear para llenar con ello de sentido una existencia
vacía; al trabajo capitalista el intento de trabajar lo
mínimo como asalariado, de sustraerse a la venta de la
fuerza de trabajo, de evitar la explotación o al menos
minimizarla, para poder trabajar lo máximo en el
crecimiento y mejora de uno mismo.

Epicuro[xxxvii] en su Carta a Meneceo se burla de los que sostienen
la Sabiduría de Sileno diciendo que o
están de broma o bien a qué esperan para suicidarse
y abandonar este mundo. Pero el epicureismo es ya una llamada a
tomar sobre los hombros la tarea de construirse una forma de vida
alternativa a la socialmente vigente, alternativa fruto de la
desmembración del sentido colectivo de la polis que
había sido sustituido por el imperialismo
macedónico. Ante el fin de la polis y el comienzo del
imperio las filosofías helenísticas optan por
proponer sentidos de la existencia individuales y alternativos a
los socialmente dominantes, que son experimentados como una
imposición. La participación política cede
el lugar a la huida individualista hacia otras formas de vida
alejadas de la corrupción, la demagogia, el oportunismo y
la más simple y llana dominación. La caída
del muro de Berlín ha supuesto un movimiento
análogo a la retirada epicúrea ante la
política de Alejandro Magno. El idealismo, desenmascarado
como mecanismo de dominación, es abandonado por unas
nuevas propuestas, grupales e individuales, con las que
contrarrestar un mundo cristiano, inerte, homogéneo y sin
vida.

Existen muchas formas de vida y casi todas son respetables,
quizá todas ellas no respondan sino a la más
férrea necesidad y el libre arbitrio no exista, como
sostuvo Spinoza y con él Nietzsche, entonces
llamaríamos azar a la causalidad que nos permanece oculta,
a todos los parámetros biográficos existenciales,
sociales y naturales, que constituyen el resultado cambiante de
lo que en cada momento somos. Sin embargo, aún aceptando
que nadie es completamente dueño de sí
mismo[xxxviii], -no hay que
confundir la libertad, que es limitada, con la omnipotencia-,
dentro de la necesidad causal que nos constituye, hay una pugna o
lucha entre diversas tendencias, potencias o voluntades de poder,
que pueden ser favorecidas o desfavorecidas por nuestro concurso;
hasta tornarse alguna de ellas predominante.

Cada cultura elabora un listado en gradación de mejor a
peor con las formas de vida que considera más elevadas o
más bajas. Comparando todas las clasificaciones se
podría tener un criterio general, estableciendo el
mérito de cada cultura en relación a sus logros y
dando preeminencia a las formas de vida que las culturas
más logradas fomentaron con mayor intensidad.

Así es como Nietzsche clasificó las culturas y a
partir de dicha clasificación estableció unos
criterios de calificación de las formas de vida. La
cultura que encontró más saludable, por utilizar la
analogía médica tan cara a la tradición
filosófica, fue la griega, y las formas de vida más
estimadas por la cultura griega tuvieron para Nietzsche el
sentido y significado de las formas de vida más elevadas,
las formas de vida por excelencia. Tras los griegos
seguirían los romanos y tras éstos estaría,
aunque les sorprenda a algunos, la cultura judía, a la que
Nietzsche tenía en cierta estima. Por detrás de
griegos, romanos y judíos situaba este pensador a la
cultura islámica; y por más inferior aún,
tendría a la cultura moderna, si bien en ésta
también habría gradaciones, por ejemplo, la alemana
estaría muy por debajo de la francesa de su tiempo. Una
modernidad que detentaría junto a la cultura cristiana y
la del budismo indio, el último escalafón, siendo
sus tipos humanos los más bajos, ruines e indignos; en
absoluto motivos para la emulación. Por eso
propondrá una inversión de los valores cambiando
los esquemas cristiano-modernos por la recuperación de los
grecolatinos y nos dirá que individuos excepcionales como
un Shakespeare o un Goethe, no son tipos de cultura inglesa o
alemana sino griegos en plena modernidad, esto es, genios.

A Nietzsche le preocupa la justificación de la
existencia
, la razón de que nos levantemos por la
mañana. ¿Para qué vivir?. Y la única
respuesta que encuentra es la de decir que sólo merece la
pena vivir para hacer algo grande o colaborar a que surja algo
grande en el terreno de la cultura. La Teodicea deja lugar
a una Antropodicea y Nietzsche parece caer en el humanismo
antropocentrista que tanto criticó. Pero bien mirado no
quedaría preso de la idea de hombre tras la muerte de
Dios, pues para eso propone la tarea del superhombre. No
todas las vidas obtienen justificación o sentido sino
sólo aquellas que colaboran o consiguen superar
precisamente al humanismo, ir más allá del hombre
actual, laborar por el superhombre. La vida no es algo que
actualmente pueda tomarse tal cual, sin sentido, sino que hoy
debe ser justificada, tienen que ser construidos sentidos para
que nos elevemos sobre la simple existencia animal. Si hasta
ahora eso había llevado a la construcción de un
único sentido ficticio de nefastos efectos, con Nietzsche,
se nos llama a tomar la tarea de construir una pluralidad de
sentidos bajo el objetivo programático del superhombre.
Tarea que no concluirá hasta que lleguemos a liberarnos de
la necesidad de la ficción y podamos habitar en lo real y
lo pleno.

Nietzsche se presenta como un defensor de la educación
(Bildung) y la Cultura (Cultur) y en favor de una
Historia (Geschichte) contraria a los excesos de la
historiografía (Historie). Quizá en el
futuro puedan surgir hombres que no necesiten de ninguna
justificación colectiva de la existencia (superhombres), a
quienes no se pueda esclavizar porque sobre ellos nadie pueda
arrogarse el derecho de legislar[xxxix]. Radicales ateos, que se construyan
artística y científicamente sentidos de la
existencia, que les lleven al máximo desarrollo y
plenitud; pero para que eso suceda, el hombre actual tiene que
ser capaz de construirse como meta y justificación de su
existencia: la superación de sí mismo, retornar a
la persecución de la excelencia (areté)
convirtiendo a la cultura actual en una semejante a la de la
Grecia clásica.

[i] Miguel de Unamuno San
Manuel Bueno Martir
(1930), Alianza Cien, Madrid 1995,
p.43.

[ii] KSA 1: Die Geburt der
Tragödie: Versuch einer Selbstkritik
, 7. (S.21,
5-7).

[iii] KSA 1: Die Geburt
der Tragödie
, 18. (S.118-119, 34-5) & Versuch
einer Selbstkritik
, 7. (S.21, 26-31).

[iv] Goethe, de su
poesía Generalbeichte, perteneciente a la obra:
Gesellige Lieder (1802): "Uns vom Halben zu
entwöhnen, / Und im Ganzen, Guten, Schönen, / Resolut
zu leben".

[v] KGW VI3: Ecce Homo,
Die Geburt der Tragödie
I. (S.307, 21-23).

[vi] KGW IV 3:
Menschliches, Allzumenschliches II: 1.Vermischte
Meinungen und Sprüche
, §225. (S.116).

[vii] KGW IV 2:
Menschliches, Allzumenschliches I: 5. Anzeichen
höherer und niederer Cultur
, §251. (S.212, 19;
S.213, 8-13).

[viii] KGW IV 3:
Menschliches, Allzumenschliches II: 1.Vermischte
Meinungen und Sprüche
, §226. (S.116-117, 19-28). En
1541 en la ciudad bávara de Ratisbona (Regensburg)
tuvo lugar una dieta con el fin de restaurar la unidad cristiana
entre católicos y protestantes bajo convocatoria de Carlos
V, quien pretendía la unificación religiosa del
Imperio. El fracaso de las conversaciones trajo consigo la guerra
de Carlos V contra los protestantes, que proseguirá Felipe
II y el movimiento de la Contrareforma.

[ix] No hay que olvidar, no
obstante, que el posterior término nietzschiano de
Voluntad de Poder tiene más un sentido positivo,
como potencia en terminos spinozistas, que un sentido
negativo, como simple y llana dominación de los
demás.

[x] Sin embargo,
habría que distinguir entre los escritos
póstumos
(textos tan importantes como Sobre verdad
y mentira en sentido extramoral
o La rivalidad
homérica
) y los fragmentos póstumos,
siendo sin duda los primeros indispensables para la
comprensión de la filosofía de Nietzsche y los
segundos, ciertamente útiles, siempre que se tomen en su
forma inacabada e inconclusa y no como la última palabra
del pensador.

[xi] Karl Schlechta Le cas
Nietzsche
. «L"oeuvre et son intention»,
p.27; negrita nuestra. (Der Fall Nietzsche, 1958; traduit
de l"allemand para André Coeuroy). Gallimard 1960. "El
mundo -comprendiendo a los humanos- tal y como es en
verdad
, es en verdad sin ningún sentido,
es sin sentido".

[xii] KGW IV 2:
Menschliches, Allzumenschliches I: 8. Ein Blick auf den
Staat
, §472 (S.312, 6-11).

[xiii] KGW IV 2:
Menschliches, Allzumenschliches I: 8. Ein Blick auf den
Staat
, §475 (S.319, 4-5; S.319-320, 30-12 & 1-5).
Cfr. Jenseits von Gut und Böse, §250 y 251, pero
también §195.

[xiv] Cfr. Jenseits von
Gut und Böse
, §1 y 10.

[xv] KGW V 2: Die
fröliche Wissenchaft
: Fünftes Buch: Wir
Furchtlosen
: §347.

[xvi] Albert Camus El
hombre rebelde
, (II.La rebelión metafísica:
Nietzsche y el nihilismo
). Editorial Losada. Buenos Aires,
edición, 1973, pág.65.

[xvii] Unamuno, op.cit.
p.44-45.

[xviii] Ibid. p.35.

[xix] Ibid. p.41.

[xx] En alemán
Dämon, que resulta de la transcripción del
daimón griego, en mitología, una divinidad
intermedia entre los dioses y los hombres, ya mencionada por
Teognis y por Heráclito (DK 119) con el sentido
filosófico popularizado por Sócrates en la
Apología de Platón.

[xxi] KSA 1: Die Geburt
der Tragödie
, 3, (S.35, 12-24). La frase proverbial con
la que se resume la sabiduría de Sileno («lo mejor
es no haber nacido, no ser, ser nada. Y lo mejor en segundo lugar
es morir pronto») se encuentra muy extendida en el mundo
griego: Cfr. Hesíodo Certámen vv.75-80;
Teógnis vv.425-428; Y Sófocles Edipo en
Colono
, vv.1224ss, quien escribió el lema
antivitalista de Sileno a los noventa años.
Heródoto Historia I, 31 & Ovidio
Metamorfosis III, I, vv.130-137. Llegando a extenderse y a
aparecer en otras culturas, como en la persa del s.XII, donde la
expresa uno de los Rubbaiyat de Omar Jayyam.

[xxii] "No intentes
consolarme de la muerte, esclarecido Odiseo, que yo
preferiría ser siervo en el campo de cualquier labrador
sin caudal y de corta despensa, que reinar sobre todos los
muertos" (Odisea XI, 488-491).

[xxiii] Para las mentiras
necesarias
de Platón, cfr. República 389 b-c y
414 b-d.

[xxiv] Unamuno, op.cit.
p.36.

[xxv] Ibid. p.48.

[xxvi] Cfr. KGW IV 2:
Menschliches, Allzumenschliches I: 3. §141.

[xxvii] Ibid. p.61.

[xxviii] KGW IV 2:
Menschliches, Allzumenschliches I: 1. Von den ersten
und letzten Dingen
, §12 (S.28, 17-14).

[xxix] Ibid.§13 (S.29,
20-22; 29-31).

[xxx] KSA 1: Vom Nutzen
und Nachtheil der Historie für das Leben
, 9. (S.319,
13-19). Nachgelassene Fragmente KSA7: UII2,
verano-otoño 1873, 29 54: "No nos
debería concernir en absoluto la pregunta de por
qué el ser humano existe, por qué "el ser humano"
existe: ¡pero pregúntate a ti mismo por qué
existes tú: y si no encuentras respuesta, entonces
construye tus propias metas para ti mismo, elevadas y nobles
metas, y sucumbe en el intento de alcanzarlas! No conozco mejor
propósito en la vida que el de perecer en el intento de
alcanzar algo grande e imposible: animae magna
prodigus
".

[xxxi] KGW VI 1: Also
sprach Zarathustra
I. Die Reden Zarathustra"s. Vom
Wege des Schaffenden
. (S.79, 36-37): "Ich libe den, der
über sich selber hinaus schaffen will und so zugrunde
geht".

[xxxii] KGW VI 3: Der
Antichrist
3, (S.168, 18-25).

[xxxiii] Shakespeare The
Complet Works
. Gramercy Books. London 1990; Macbeth,
Act V, Scene V.

[xxxiv] KGW V 2: Die
fröhliche Wissenschaft
, 5: Wir Furchtlosen,
§343. (S.255, 3-6; 15-20; S.256, 16-18).

[xxxv] KGW VI 1: Also
sprach Zarathustra
I: Zarathustra"s Vorrede, 2. (S.8,
5-7): "Sollte es denn möglich sein! Dieser alte Heilige hat
in seinem Walde noch Nichts davon gehört, dass Gott todt
ist!".

[xxxvi] KGW VI 1: Also
sprach Zarathustra
I: Zarathustra"s Vorrede, 3. (S.5,
29): "Der Übermensch ist der Sinn der Erde".

[xxxvii] No olvidemos que
Nietzsche se considera moderno y epicúreo (Cfr.Gaya
Ciencia
§375), además de intempestivo.

[xxxviii] "Hay que rememorar
que el porvenir ni es nuestro ni totalmente no nuestro para que
no aguardemos que lo sea totalmente ni desesperemos de que
totalmente no lo sea". Epicuro, Carta a Meneceo.

[xxxix] Seres descritos ya
por Aristóteles en su Política (Libro
Tercero, capítulo XIII).

Madrid. mayo de
2001

 

 

Autor:

Simón Royo Hernández

Doctor en Filosofía por la Universidad Nacional
de Educación a Distancia. Miembro de los Grupos de
investigación "Pólemos" y "Palimpsestos" de la
citada universidad.

Imparte un módulo como profesor en el MASTER
"Europa Fin de siglo" de la UCM y desarrolla en la actualidad una
investigación Postdoctoral en la UNED sobre el pensamiento
de Platón.

Partes: 1, 2
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